Mi aporte como historiadora para la sociedad.

Hace ya muchos años, cuando estaba en quinto de primaria, mi gusto por la Historia era por debajo del cinco por ciento. Mis profesores no me motivaban a conocer mi pasado, el pasado de la humanidad. Cuando llegaba el día de los exámenes el primero que me hacía temblar era el de matemáticas y, después, el de historia. Esto se debía a que el profesor nos obligaba a aprendernos nombres de personajes, fechas y lugares. Esta situación me hacía sudar y llorar de vez en cuando, ya que jamás tuve la habilidad ni la disponibilidad para aprenderme de memoria tantos datos.

Transcurrió mi vida estudiantil y seguía odiando la Historia. Esos datos tan fríos, esos hechos narrados de una manera mecánica hicieron que la Historia fuera para mí un asunto que debía olvidar.

Charlando con mis padres, amigos y maestros, llegué a la conclusión de que la Historia no era tan mala como pensaba, sino que eran los profesores que había tenido y algunos “historiadores” los del problema. Ellos eran quienes desvirtuaban la realidad y transformaban la Historia en algo aburrido y tedioso. Ellos me hicieron creer que los hechos históricos eran algo que sólo servía para contarles a los nietos en una noche familiar y que en nada contribuían para contextualizar los procesos sociales del pasado y explicarse el presente.

Al poco tiempo de querer olvidarme de la historia en forma de cuento, ingresé a la Licenciatura en Historia. Fue tan extraño, a veces me preguntaba “cómo es que estoy aquí, yo que tanto detestaba las fechas, los datos, los nombres, los personajes, las mentiras de mis profesores y las del gobierno acerca de los hechos históricos”.

Inicié bien -tenía buenas calificaciones- pero después de un tiempo anhelaba salirme de la carrera, pues sucedió lo mismo que en la primaria. Decidí cambiar, ser diferente de ellos, pero cometí un error muy grande: actué al gusto y decisión de los maestros. Me aprendí nombres de héroes y muchas fechas, pero también lloré –como en la primaria- cuando saqué cinco o seis porque no puse en los exámenes lo que el libro decía y a cambio anoté algún texto producto de mi reflexión. No podía creer que en una escuela de “Historia” se impartían clases de esa manera.

Más tarde procuré ser indiferente a la actitud de los profesores y continuar con mi ideología. Fue hasta ese momento que pensé “no puedo ser como ellos, no pienso ser una historiadora tan convencional”. Sin embargo, llegó mi inspiración. Comencé a conocer profesores que me motivaron a continuar con la carrera, unos por su forma de enseñar, otros por los análisis que hacían a los hechos históricos, y la forma en que éstos echaban mano de la Historia para comprender el presente. Estaba, después de muchos años, fascinada con la Historia.

Por fin veía con optimismo el hecho de haber ingresado a la carrera. Desde entonces he pensado que mi aporte a la sociedad será dar cuenta de los hechos históricos desde un punto de vista crítico. En el caso de que sea maestra de Historia, motivaré a mis alumnos y alumnas para que se expliquen la situación actual como parte de un proceso histórico, no fragmentado y no sólo los entretendré con historietas que destacan a cientos de héroes y dividen a la humanidad entre vencedores y vencidos; entre buenos y malos o entre quienes ganan y pierden las batallas sin analizar cuáles fueron los factores que contribuyeron para que tales acontecimientos ocurrieran de esa manera. Contribuiré, también, a que las personas tomen conciencia de su situación actual, no sólo con los adultos, sino con las niñas y los niños porque considero que ellos tienen mayores posibilidades de transformar el mundo una vez que lo han comprendido.

Pienso que mi aportación también consistirá en escribir libros o ensayos, pero, sobre todo, habré de tener una participación activa en los movimientos sociales que día a día se generan. La enseñanza de la Historia vista de esta manera, no sólo es para que la gente se lo aprenda de memoria y al rato la olvide. Creo que la Historia es el reflejo de la vida real, de la vida del ser humano y, por tanto, no puede verse como un cuento o una historieta descontextualizada y pintada de color rosa. Sirve para saber cómo se mueve el mundo, qué ideales y qué formas de vida existen, analizarlos y criticarlos objetivamente, para comprender de qué forma se dan los procesos en los pueblos, las ciudades, los países, en el mundo y la manera como éstos afecten a la sociedad.

Deseo también, como un aporte a la sociedad, estar del lado del pueblo para analizar y dejar claro que las personas que tienen el poder –los de arriba– han manipulado la Historia y la han utilizado a su antojo y beneficio para asegurar el control de la sociedad.

Si algún día logro ser profesora de historia, no seré la típica maestra conductista o aburrida que abruma a los niños y niñas de tediosos datos con las largas listas de nombres, lugares, fechas. Espero ser una profesora que utilizará un método sociocrítico, constructivista y analítico, donde las niñas y los niños puedan desenvolverse y comprender que el pasado les sirve para explicarse por qué están en tal o cual situación, procurando que los niños y las niñas aprendan a discriminar sobre las historias oficiales y las historias analíticas.

Como historiadora me situaré en el presente y analizaré críticamente el pasado de los seres humanos, sin justificar o prejuiciar las acciones realizadas; el momento no es el mañana, el momento es el presente y el pasado ayuda a las personas a comprenderlo, para poder prevenir el futuro, sin querer controlarlo o adivinarlo.

No quiero ser esa clásica profesora que se sienta al escritorio a calificar datos y más datos; ni una historiadora pagada por el gobierno o los medios para sacralizar a los héroes nacionales o exaltar las “magnificencias” del Estado. Quiero ser objetiva y crítica para beneficio propio y de la sociedad. Lucharé por lo que considere justo, estaré en contra de todo aquél que manipule hechos pasados sólo para lograr beneficios personales o de pequeños grupos que detenten el poder.
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Jordana Amarantha Vázquez

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