René Robert muere congelado

 

El miércoles 19 de enero, pasadas las nueve de la noche, Robert daba su paseo nocturno habitual por su barrio parisiense, el de la plaza de la República, uno de los centros neurálgicos de París, casi siempre concurrida y bulliciosa. Ante el número 89 de la calle de Turbigo cayó al suelo. Se desconoce el porqué. Si tropezó o si sufrió un mareo.

Y ahí quedó. En un trozo de acera entre una tienda de vinos y una óptica. Paralizado y a la vista de los parisienses que volvían a sus casas a toda prisa de trabajar, los paseantes que iban o venían de los restaurantes o los cafés de la zona, los turistas.

Pasaron las horas. Las calles se vaciaron. Robert seguía allí. Y es fácil imaginar que para los transeúntes era uno más de tantas personas que en París, y en tantas ciudades de los países del Occidente rico, viven en la calle y a veces uno no sabe si duermen o si agonizan.

A las seis de la madrugada del jueves 20 alguien lo vio y llamó a los bomberos. Demasiado tarde. Habían pasado nueve horas desde la caída. Llegó la ambulancia. Cuando René Robert, el retratista de Camarón de la Isla y Paco de Lucía, entre otros, ingresó en el hospital Cochin, fue imposible reanimarlo. La causa de la muerte fue una “hipotermia severa”, según los bomberos. Es decir, murió de frío.

Su amigo Michel Mompontet, periodista, lo describe así en vida: “Era discreto. Muy atento a los demás, divertido, pero era un hombre de pocas palabras. Hablaba en voz baja. No le gustaba mucho hablar, como a muchos fotógrafos. Siempre llevaba sombrero. Durante años llevaba siempre el cigarrillo en la boca, luego lo dejó. Muy elegante, en plan flamenco, con el pañuelito de lunares. Era esa elegancia tanto moral como física. Al verlo te decías: ‘¿Quién es este señor? ¿Será alguien?”.

Mompontet, que está casado con una española, lo había conocido a finales de los ochenta. Ambos eran asiduos de los conciertos de flamenco en París: Camarón, Lole y Manuel, Enrique Morente, Paco de Lucía... ”Aquel señor bajito y discreto siempre estaba con los artistas, era amigo de ellos y les sacaba fotos”, recuerda Mompontet. “Como era muy amigo de Paco de Lucía, por ejemplo, para nosotros, que teníamos veinte años, él era una manera de acercarnos a los artistas. Lo divertido es que él apenas hablaba castellano, lo chapurreaba, pero los artistas lo entendían, era un idioma curioso, mezcla de francés y español que no era ni francés ni español”.

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