Nadie lo sabe

Jordana Amarantha Vázquez Espinoza*

-¡Despierta!
-Ughmm, ughmm, ¡No quiero!
-¡Que te levantes!
-¿Qué pasa? ¿Por qué ese tono?
-Tu padre ha muerto.

En ese instante de sueño y cansancio no comprendí lo que pasaba. ¿Mi padre? ¿Qué le pasó? ¿Cómo? ¿Dónde? Pero.. lo acababa de ver. Era todo lo que se me ocurría pensar.

-Levántate. Necesito que bajes, algo malo pasó en la sala. Yo me voy.

Me dio un beso, me abrazó y se fue rápidamente. No entendí lo que decía, pero reaccioné como autómata; llegué a la sala. Había algo en la mirada de Esmeralda que me hizo levantarme de inmediato y bajar. A primera vista nada había en la sala. Mientras más me acercaba a los sillones percibí un olor extraño a sangre seca. Detrás del sillón podía ver la mano blanca de aquel hombre que decía ser mi padre. Al acercarme a ese sillón viejo, sentí un viento frío, estaba cerca. Muy cerca, tenía mucho miedo. Quedé inmóvil, cerca del cuerpo de mi papá, medio metro de distancia me separaba de aquel hombre que en un día de lujuria y de amor me procreó para después dejarme en el olvido. Estuve de pie por más de dos horas, observando meticulosamente el rostro de mi padre.

-Hola hija. ¿Qué haces? ¿Vamos a comer? ¿Te parece bien en Spinelli's, ese restaurante al que fuimos cuando cumpliste 5 años?
-No fue mi cumpleaños papá, fue el de Claudia. Podemos ir si quieres.
-Bien, paso por ti a las tres de la tarde.
-A la una papá, yo como a la una y media. Pasa por mi a la una.
-Si. Estaré aquí a la una.

Recordé que el día anterior a su muerte habíamos salido a un restaurante, al parque y me invitó un helado. Había algo inusual en todo esto me entregó un sobre arrugado. Estando en el restaurante, mi padre, después de 28 años de mi vida me dijo cosas que jamás había pensado de él y de mi madre.

-Cuando naciste, me fui por tres años. En ese tiempo tuve dos hijos más. Claudia y Santiago.
-Sí, papá. Ya lo sé. ¿Era eso lo que querías contarme?
-No. Cuando supe que tu madre estaba embarazada no sabía qué hacer, ella no sabía que yo estaba casado con otra. Pensé que jamás quedaría embarazada, era imposible. Tenía miedo de las consecuencias de tu nacimiento. Por eso no te vi nacer. Me fui con Margarita y al año siguiente nació Claudia.
-¿Y qué quieres qué haga? ¿Disculparte? ¿Decirte 'gracias papá por decírmelo'? ¿Te quiero? Tú bien sabes cómo están las cosas y cómo se dieron.

Mi padre bajó la cabeza y quedó en silencio por unos minutos; dentro de mi quería gritarle que lo amaba aunque no podía, quería abrazarlo y decirle cuánto lo necesito. En esos minutos de silencio, bajé mis manos de la mesa y comencé a sudar.

-No quiero que digas algo en especial. Sólo dime ¿estás bien? [No] ¿Necesitas algo? [Sí, a ti]
-No necesito algo de ti. Estoy bien. Sólo quiero pasar una buena tarde contigo, terminar la comida e irnos a nuestras casas.
-Si, está bien. Termínate la ensalada.

Salimos de aquel restaurante que odiaba tanto, por su peste y por los recuerdos que no eran míos. Cuando mi padre me conoció por primera vez yo tenía tres años de edad, recuerdo su ropa, su olor y su actitud; lo recuerdo bien porque fue la primera ocasión que alguien decía ser mi padre. Estaba tan feliz que me reí todo la tarde. Fue el día más feliz de toda mi vida. Desde esa ocasión, mi padre llegaba cada mes con regalos y dinero para mi madre y para mi. Pero jamás se quedó a mi lado. Claudia tenía cinco años y yo seis. Spinelli's era un lugar muy famoso y concurrido. Ella pidió su fiesta ahí. Mi madre pidió que me llevara a esa fiesta porque jamás había asistido a una. En medio de gritos y pleitos, mi papá me llevó a Spinelli's. Al llegar al restaurante todos se volvieron a vernos. Mi padre me soltó la mano y me dijo que fuera a jugar. Me quedé a su lado.

-¡Qué linda niña! ¿Quién es esa niña?
-Es la hija de mi secretaria. Como es nueva en la ciudad no tiene amigos, pero ella no podía venir, tenía que ir a ver a su madre enferma en el hospital, y por ayudarla le dije que yo la traería a la fiesta de mi hija. Se llama Laura.
-¡Vaya! Mucho gusto Laura. ¿Por qué no vas a jugar con Claudia?

Cuando me dio su mano para que le regresara el saludo quería llorar y matarla al mismo tiempo ¡Por su culpa mi madre y yo no teníamos a mi padre! Mientras que la esposa de mi padre le preguntaba cosas sobre mi, yo imaginaba cientos de cosas. En esas palabras de mi padre, pude ver el nerviosismo que tenía en sus ojos. Tenía miedo que yo dijera algo que no le agradara a su mujer. Quedé en silencio disfrutando a mi padre.

-Papá, quiero comer el pastel ya, tengo mucha hambre. Ya me estoy aburriendo. [Claudia siempre fue niña mandona y grosera]
-Sí, Claudia. ¡Traigan el pastel! [Yo hubiese soñado con un padre así]
-¿Quieres pastel, verdad?
-No me gusta el pastel.
-¡Cómo no te va a gustar! ¿Quién eres?
-Me llamo Laura.
-Yo soy Claudia.

Cuando mi padre y yo salimos de Spinelli's, me recordó el porqué de su abandono. Caminamos hacia el parque que está cerca de mi casa y me compró un helado de fresa.

-Toma hija, ¡de fresa! Como a ti te gustan.
-A mi me gustan de Chocolate. ¡A Santiago le gusta el de fresa!
-Ah, si. Bueno.
-Papá ¿qué quiere? ¿Por qué me sacaste hoy de casa? Me dijiste que no estarías por un año en México y no tiene ni tres meses que nos dejamos de ver.
-Sólo quería verte. Saber más de ti.
-Ja, ja, ja. ¿Cuándo nací? ¿Qué color me gusta? ¿Quién me gusta? No sabes ni un gramo sobre mi y quieres conocerme en un día. Adelante. Pregúntame y conóceme.
-No sé por qué tienes esa actitud conmigo ¿qué hice?
-¿Qué hiciste? Nada. Ese fue el problema, jamás en tu vida hiciste algo para mi y hoy vienes a decirme que quieres hacer algo.
-No fue mi intención hacerte daño, ni a ti ni a tu madre. Sólo quería que todos estuviéramos bien.
-Bueno. Tengo 28 años, tengo un perro llamado Marx, me gustan las mujeres, como helados de chocolate, me gusta jugar tenis, he tenido sólo tres novias ¡Imagínate, tres novias a mis 28 años! he viajado mucho y por si no lo sabes gano bien haciendo lo que me gusta.
-No sabía todo lo que me has contado.
-Nada sabes de mi.
-Quiero que cuando llegues a tu casa abras el sobre que te he dado. Tengo que irme, debo empacar. Te llevo a tu casa.

Caminamos hacia mi casa, eran las diez de la noche, estaba oscuro y había frío. Al llegar a la puerta me dijo que estaba feliz de haber hablado conmigo, que fue un día especial, en ese lapso recordé cuando tenía tres años, esa misma sensación de cuando lo vi por primera vez con ese olor a canela que desprendía. En la puerta me abrazó y me dijo que me quería, que a pesar de todos los errores que él había cometido y de no pasar tiempo conmigo me amaba. Yo sólo le respondí que estaba todo bien. Que no se preocupara. En ese abrazo pasaron los 25 años de conocerlo de oler su ropa y de acariciar su rostro. 25 años que, aunque no estuviera siempre conmigo, hicieron que lo amara tanto como para perdonarlo; no le dije que lo perdoné, lo quería y lo necesitaba.

En la sala, yo seguía inmóvil, sin lágrimas y con el rostro mostrando temor. ¡Mi padre! ¡Muerto! Ahora estoy sola. Completamente sola. Me acerqué a su cuerpo, y me tiré a su lado.

-¡Papá! ¡Despierta! ¡Despierta! [Gritaba y lo movía desesperadamente] ¡Te quiero! ¡Quiero que estés conmigo! ¡No me dejes así! ¡Por favor!

Me levanté y llamé una ambulancia. Me dijeron que ellos no podían ir y que llamara a la policía. Enviaron un carro de la SEMEFO. Llamé a Santiago.

-¿Santiago?
-¿Si, quién es?
-Soy Laura.
-¿Qué quieres?
-Necesito que vengas. Algo le pasó a tu padre.
-¿Dónde estás?
-En mi casa.

Santiago llegó a la media hora. Tenía el rostro agotado y con ojeras. Su brazo tenía unas lastimadas y tenía un pache en la oreja.

-¿Qué te pasó Santiago?
-Nada, ¿dónde está mi papá?
-Hoy por la mañana tu padre vino a mi casa, no sé cómo entró, pero Citlali, la otra chava que vive en mi casa lo encontró detrás del sillón y Esmeralda me avisó. Papá se murió.
-¿Aquí? ¿Cómo fue? ¿Qué pasó?
-No lo sé, yo estaba durmiendo.

Santiago siempre fue muy amable conmigo. Cuando él tenía 18 años y Claudia 20 años, papá me llevó a un parque pequeño cerca de su casa.

-Hoy conocerás a tus hermanos.
-Ya los conozco, desde que tenía seis años.
-No, pero ahora ellos sabrán que eres su hermana.
-¿Para qué? Para que te griten e insulten, para que te maldigan y digan que no es verdad. ¿Quieres eso?

Siempre fui rebelde hasta cierto punto, pero nunca intenté insultar a mi padre. Mientras esperábamos a sus hijos, mi padre me pidió paciencia y sencillez, que no intentara algo loco y que no hablara de más. Por primera vez me dijo que apreciaba lo que hacía y mi valor por estar ese día con él. Sentí un apego muy grande y que por primera vez habíamos hecho algo juntos. Ese día, hablaría con dos seres extraños sobre el único lazo que nos unía: mi padre. El primero en hablar fue Santiago.

-¡Oye, papá! Ya estamos aquí, ¿qué querías decirnos? [Se acercó a su padre y lo abrazó, sorpresivamente me dio un beso en la mejilla, vaya el primer beso de hermanos].
-Papá, que sea rápido, tengo mucho qué hacer ¿Qué quieres? [Como siempre, la petulante de Claudia, intentando controlar la situación]
-Ella es Laura, y tengo algo qué decirles sobre ella.
-¡No vayas a salir que es tu amante! ¡Ay papá, tienes 46 años de edad, no eres un chamaquito bobo qunceañero. [Claudia siempre ha tenido el temor de que su padre la abandone].
-Deja que habl Claudia, siempre interrumpiendo.
-No es eso, pero quiero que vayamos a otro lugar.

Llegando a Spinelli's, sentí cómo mi sangre circulaba más rápido y mi corazón palpitaba más fuerte. Tenía nervios. Estaba en el mismo lugar donde conocí a Santiago y a Claudia. Otra vez juntos, pero ahora por algo diferente.

-No quiero demorarlos más, así que iré al grano. Ella es Laura Maldonado Serrat.
-¡Es nuestra prima!
- Ay, Santiago, pero sí que eres imbécil. Papá trata de decir que ella es su hija. ¿Qué no lo ves?
-¿Es verdad eso papá?
-Si. Lo siento mucho.

Ambos me quedaron viendo, Claudia comenzó a llorar y le gritó a su padre lo falso que era, por debajo de la mesa, mi padre acercó su mano a la mía. Nunca antes me había apretado con tanta fuerza. Pero él siempre fue alguien fuerte, nunca lloró. Santiago se levantó y me abrazó. Fue algo raro. Él lo aceptó de un modo tan agradable.

-¿Qué haces Santiago? Cómo abrazas a una persona así, la persona que acaba de destrozar nuestro hogar. Me das asco papá.
-No le hables a sí a mi papá [le grité a Claudia, apreté los dientes y los puños, tenía la cara roja y quería llorar]
-Él sólo es nuestro padre, no el tuyo; él vive con nosotros ¡TODO EL TIEMPO! Jamás habló de ti. ¡¡No te quiere!!
-Claudia, hija. Cálmate, les cuento esto para que hagan amistad con Laura, su madre acaba de morir y necesita compañía. Necesita de sus hermanos.
-¡Ella nunca será mi hermana!

Claudia se levantó y se fue del restaurante. Santiago se sentó a mi lado diciéndome que tenía todo su apoyo y que él estaba contento de conocer a su otra hermana. Que él siempre lo imaginó, pero jamás se atrevió a preguntar. Desde entonces, Santiago y yo fuimos muy buenos amigos. Con Claudia jamás volví a cruzar palabra.

-¿Qué hacía en tu casa? No entiendo, ¿por qué fue?
-Ayer salimos a un restaurante y platicamos un largo rato. Se portó de forma extraña, me dijo que me quería y me abrazó. Me pidió perdón. No recuerdo qué más cosas me dijo. Ahora que recuerdo me dio un sobre.

En el coche, estábamos callados. En un rato se estacionó y me sacó del carro. Comenzó a gritar desesperado y me abrazó.

-No lo puedo creer. Nuestro padre muerto. Muerto. Muerto...
-No llores. Cuando menos viviste con él. Estuviste a su lado en los problemas y cuando más te necesitaba. Debes estar contento por eso. Yo no lo vi por mucho tiempo, sólo lo tuve cada mes. Cada semana. Ayer.

Al llegar a mi casa subimos a mi cuarto. Abrimos rápidamente el sobre y sacamos unas hojas.

5 de agosto de 2004.

"Hija. Lamento no haber sido un buen padre para ti. Tantos años perdidos y tanta vida tuya desconocida para mí. Tus recuerdos sobre mi no son muy hermosos y exclusivos. Siempre los tendrás compartidos. Sé que tu relación con Santiago fue muy buena, pero con Claudia no. Trata de comprenderla, es difícil saber que tu padre tuvo otra hija y que sólo se llevan un año de diferencia. He vivido muchas cosas sorprendente y magníficas, una de esas cosas fue tenerte como hija. Aunque no pasara mi vida contigo, siempre estás en mi mente, en mis recuerdos y sueños. Quiero que ames a tu madre y que me quieras. Sé que es mucho pedirte eso, después de hacerte tanto daño. De ahora en adelante trataré de estar contigo más tiempo.

Hay algo que nadie sabe y es la razón por la cual nunca estuve con tu madre. Cuando Sofía y yo nos conocimos teníamos diez años de edad. Ella tenía un vestido celeste largo y su cabello olía a chicle de plátano. Estaba sola en la sala de casa de mis padres, no sonreía y no jugaba con los demás niños. Se veía tan hermosa con ese vestido que decidí acercarme a ella. Al saludarla sólo me sonrió y sólo eso necesité para amarla. Salimos al patio a jugar, desde esa vez nos volvimos muy buenos amigos. Cuando cumplimos 17 años comenzamos a ser novios formalmente (aunque nadie lo sabía). Éramos como cualquier relación, salíamos al cinema que estaba en el centro de la ciudad, al parque, al campo, al río, de viaje. Pero todo a escondidas, porque a ella no le permitían tener novio. Al cumplir 22 años hicimos el amor por primera vez en su cuarto. Ella llevaba un vestido blanco de bolitas negras, su cabello tenía olor a duraznos recién cortados.

Todo era hermoso. Hasta que en mi casa me obligaron a casarme con Margarita, una muchacha joven y hermosa, hija del dueño de la central petrolera Franklin Oil Company. ¿Sabes a lo que me refiero? Nos sacaría de la pobreza en la que mis padres vivían, pobreza material. Ya estaba todo planeado. Cuando cumplí 24 años de edad me casé con Margarita. Pero seguía viendo a Sofía, sin que ella supiera lo que había hecho.

Nadie sabía sobre mi relación con Sofía, hasta que un día, estando en un restaurante, mi madre nos descubrió besándonos. Gritaba mucho y no se le entendía muy bien, se calmó, pero en voz alta mencionó que Sofía era hija de don Felipe Serrat, el tío de Margarita. Por eso tuve miedo… huí de ella, del peligro… huí de ti.
5 de agosto de 2005.

Creí que la carta anterior te la entregaría cuando cumplieras 26 años. Pero no fue así. Llegué a tu puerta, vi que estabas sola. No pude tocar. No pude darte la carta. Hace un año que no te escribo y es la segunda vez que lo hago. Quisiera contarte tantas cosas. Pero no puedo, tienes un escudo que me impide entrar y conocerte.

En esta carta quiero decirte que eres muy hermosa. Siempre puedes contar conmigo. No conozco mucho de ti. He visto que no sales de casa, que no tienes novios, ni amigos. Quisiera conocerte más, saber qué te gusta y qué no. Pero sé que no es tiempo para preguntarlo. Veintiséis años tuve para hacerlo.

La semana pasada fui al doctor. Me sentía muy mal. Tuve un fuerte dolor de estómago y según Margarita me desmayé. Ahora estoy bien y he querido ir a verte. Pero tu compañera me ha dicho que saliste de viaje. Perdóname por todo. Lo siento tanto, siento no haber sido buen padre para ti. Te quiero hija. Te quiero mucho.

5 de agosto de 2006

Soy un cobarde. El año pasado quería ir a tu casa y dejarte las dos cartas que he escrito en tu cumpleaños. Tuve miedo nuevamente. Miedo a tu reacción. Ese miedo como cuando le dije a Santiago y a Claudia que eran tus hermanos. Sólo que ahora no pude hacerlo.

Volví al doctor. Me detectaron cáncer en el riñón y en el hígado. Voy a morir, lo sé. Peor no quiero asustarte, esta carta es para que sepas que estoy a tu lado y que estoy aquí, siempre lo he estado, sólo que en silencio.

Hoy recordé a tu madre. Sofía. Siempre la amé. Pero no podía estar con ella. Lloré como un niño cuando murió. La extraño, a pesar de los años. Tú me recuerdas a ella. Tu cabello, tus ojos y tu piel son iguales a las de tu madre. No quiero perderte. Te quiero.

5 de julio de 2007

El próximo mes iré a verte. Te besaré el rostro. Te diré cuánto te amo. Te pediré perdón, quiero que me perdones, que estés a mi lado, que vivas con nosotros. Tengo malas noticias. Moriré pronto, pero no por el cáncer. He tenido problemas con el padre de Margarita. Aunque él tenga 76 años de edad sigue siendo poderoso. Moriré, lo sé. Margarita se ha enterado que existes, Claudia se lo ha dicho. Está deshecha. Tengo miedo.

Dentro de un mes cumplirás 28 años. Iré a verte. Lo prometo. Y te diré todo lo que te he escrito en estas cartas. Perdóname por favor.

Tu papá, Sebastián.

Sebastián no pudo contenerse. Lloró amargamente en mis hombros. Aquel día del restaurante llegó a pedir perdón y jamás le permití decirlo. Mi papá murió sin saber que lo amaba. Nadie lo sabía, nadie lo supo jamás. Todo este tiempo queriéndome hablar y contármelo todo. No me fui a vivir con Santiago y nunca perdoné a Claudia por alterar a mi padre. A Margarita nunca la volví a ver. Sigo viviendo en el mismo lugar, con mi compañera de trabajo. Ella es alguien olvidable. Al hacerle la autopsia a mi padre, los resultados fueron que había muerto por el cáncer que tenía desde muchos años antes. Entre sus cosas había un reloj, un pequeño libro, sus lentes, un pañuelo y tres fotografías. La primera era de Claudia y Santiago, la segunda de mi madre con su vestido blanco de bolitas negras y la última fotografía donde aparecíamos él y yo abrazándonos la primera vez que nos conocimos.
*Este cuento lo escribí en tres horas el día de hoy, no tenía nada qué hacer así que comencé a escribir sin detenerme. Espero les guste y díganme su opinión.

Comentarios

Anónimo dijo…
No he terminado de leer, pero el inicio me pareció bueno. Quiero también decirte que no deberías echar a perder tan buen post con tu posterior y estúpido video, pues deja en segundo plano al presente texto, el cual merece la pena por lo menos tenerlo un día entero como principal y sobretodo para que quien te visite por primera vez pueda leerlo.
creo que las últimas 7 líneas del cuento son las que má sme gustan.. lo demás es olvidable jajaja

claro tiene muchos errores... pero no lo corregiré jajaja
Anónimo dijo…
Hola Jordanita. Acabo de leer tu cuento y debo decirte cosas que no te van a gustar. El personaje principal bien pudo ser por lo menos 12 años menor, no me cabe en la cabeza que siendo adultos se comporten como niños berrinchudos. también pienso que la tragedia no está del todo lograda y no me identifiqué con niguno de los personajes.

De todos modos no soy ningún conocedor.
Anónimo dijo…
jejeje si... eso lo supuse.. pero es un cuento para pasar el rato.
Unknown dijo…
en lo particular me encanto, la historia me conmobio bastante, no me gusto la actitud de Claudia, pero en general esta poca madre.. aunq si me hizo soltar mas de 4 lagrimas...